Se está terminando el año, y son fechas muy controvertidas, unos las viven con ilusión y amor, como una oportunidad de conectar consigo mismos y disfrutar con sus seres queridos, otros las viven con rabia, desprecio, por dos motivos principalmente:

Por un lado ven estas fechas como una estrategia de marketing para los comercios, observan cómo se ha convertido en algo materialista, y no les falta del todo razón, aunque tal vez no necesitamos enfocarnos en lo que hacen los demás, sino en cómo lo vivimos cada uno, en recordar nuestra capacidad de elegir, y eso puede marcar una gran diferencia…

Es época de re-unión, de regalos, de Dar, pero no tiene por qué ser al servicio del comercio, hay muchos tipos de regalos y muchas formas de dar, y si decides comprar algo para ti o para algún ser querido, la ética y la intención del comercio donde lo compras es algo que puedes intuir, y elegir. Hay algunos que incluso conscientes del gasto general, ofrecen oportunidades a precios más económicos del habitual. Tú eliges, siempre, sin necesidad de enfadarte con nada y con nadie (cuando lo hacemos estamos perdiendo poder personal, y entregándolo ahí donde enfocamos nuestra rabia).

El otro motivo por el que algunos odian estas fechas, y es la que me ocupa hoy especialmente, es en realidad un dolor y una tristeza enmascarados, por la pérdida de un ser querido que se echa especialmente de menos ahora, o por una familia mal avenida se ve «obligada» a reunirse, sin sentirlo en el corazón.
El habitual rechazo que los humanos tenemos al dolor hace que muchas personas quieran evitarlo a toda costa, y culpan a las fiestas navideñas, al comercio, a cualquiera con tal de no sentir. Desean que pasen lo antes posible, negándose a celebrar nada… y sufren en silencio. También se enfocan más en cómo actúan los demás, en lugar de elegir qué sentir ellos mismos.

Pero todo puede ser diferente!!!  el enfoque es personal, y ningún momento es desdeñable para la oportunidad de abrir el corazón y amar.

Yo perdí a mi madre cuando tenía 27 años, y desafortunadamente, un montón de malentendidos, causados entre otras cosas por ese «cuerpo dolor» que todos llevamos, y por las creencias tan distintas de cada uno en la familia, hizo que nos fuéramos distanciando. Durante mucho tiempo lo viví como una desgracia, sintiendo mucho dolor, frustración y soledad. Hasta que aprendí que nadie me estaba condicionando para amar o no amar. Que yo podía elegir.

¿Qué es lo que realmente quiero sentir? me preguntaba… sabiendo que nadie podía evitar que yo sintiera lo que yo quisiera, al margen de la actitud de cualquier otra persona.